5/18/2007

Lee

Hace unos días comentaba con mis amigos sobre historietas que en algún momento se volvieron populares: Aquellas de Trino, sobre el Rey Chiquito o aquellas de Rius sobre los Supermachos y resulta que ninguno de ellos los conocía.

Después de reflexionar sobre esto con otros amigos alguno de ellos comentó que estas historietas eran para gente «culta».

Lo triste del asunto es que esas historietas no costaban más que otras y si bien algunas eran de crítica política no me parecían dirigidas a un público culto en lo absoluto…

Lo cierto es que después de pensarlo un poco me di cuenta que la mayoría de la gente no recuerda las historietas de Trino o de Rius porque ni siquiera leen historietas.

Desgraciadamente en nuestro país no leemos, no hablemos ya de libros, ni siquiera historietas.

¿Y a mi qué?

Hay varios factores que son responsables de este lamentable suceso y me gustaría enumerar algunos:
  • La disponibilidad de la televisión a edades tempranas, aún antes de haber desarrollado el hábito de la lectura.
  • El entorno cultural que ve al lector como inadaptado.
  • La falta de disciplina educativa para promover este hábito.

¿Y de aquí pa’ donde?

Después de haber sido un ávido lector durante muchos años tengo algunas recomendaciones para incrementar el número de lectores a nuestro alrededor:

  • Los niños son un campo fértil, así que con ellos las estrategias para interesarlos en la lectura son sencillas:
    1. Como dice el poster: «Apaga la tele y prende un libro».
    2. Leerles cuentos por las noches.
    3. Iluminar cuentos durante el día.
    4. Inventar juegos partiendo de las lecturas.
    5. Fabricar los inventos que vienen descritos en los libros.
    6. Y tantas otras actividades que pueden inventar aquellos que son maestros para nuestros niños. El secreto es ser disciplinados y hacerlo constantemente para que se convierta en hábito.
  • Para los adultos ya deteriorados y que no leemos también hay manera de enderezar el camino y dejar el lado oscuro:
    1. Hay historietas como las de Trino que son muy divertidas y contienen lenguaje para todos los gustos.
    2. Hay autores de chistes cortos como Catón, que permiten leer pequeños parrafos sin que esto represente una carga.
    3. Compartir lo que leemos con otros es siempre agradable. Los mejores amigos se prestan libros…y se los regresan.
    4. Los libros de viajes son fantásticos. No hay nada como invitar a toda la familia a comer en Oaxaca a un restaurante con comida deliciosa que además es increiblemente barato (¡Claro, lo vi en un libro!).
    5. Hay libros sobre los males que nos aquejan, desde la enfermedad de gota hasta mal de amores.

De acuerdo, ¿Y ahora qué?

Por un momento me gustaría que pensaran en el libro que más ha influido en sus vidas. No importa si lo leyeron cuando tenían ocho años o cuando cumplieron los cuarenta.

Ese libro que fué valioso para ustedes también puede ser valioso para alguien más. Piensen en quién desearían que tuviera ese libro y antes de que pase una semana, regálenselo.

Pero no sólo entreguen un cuadro de papel, expliquen también lo qué hay dentro de ese libro que es importante para ustedes, cuáles son las secciones más interesantes, cuántos secretos hay por descubrir entre sus páginas y por qué lo están regalando.

Todo esto le dará a quién le regalen este libro parte de la pasión que ustedes sintieron al descubrirlo.

Leer nos abre la puerta a otros mundos, otras mentes, otras alegrias y tristezas, así que démonos cuenta de lo trascendente que es y compartámoslo con nuestros amigos. Aquí voy a tomar prestadas unas palabras de Catón: «Recuerden que esto de leer es tan importante que hasta la más famosa marca de pantalones se llama así: LEE».

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